El
anuncio de levantar la prohibición del uso de semillas transgénicas en el país
genera opiniones divididas en el sector agrícola. Mientras unos apoyan la
medida, otros creen que el Gobierno debería apuntar a mejorar las semillas
convencionales.
Se
conoce como transgénicos a los alimentos que han sido genéticamente modificados
en laboratorios, con el fin de incorporarles genes de bacterias, plantas o
animales para hacerlos más resistentes a plagas, sequías o heladas.
El
mandatario Rafael Correa aseguró en su pasado enlace sabatino que fue “un
error” haber declarado en la Constitución a Ecuador como un país libre de
cultivos genéticamente modificados.
Algunos
transgénicos han sido vetados a nivel internacional, por generar efectos
secundarios en la salud de las personas que los consumen, pero mucho de lo que
se dice son simples “mitos”, dijo Correa, al defender la opción de hacer
investigaciones en el país con el fin de aumentar la productividad en el campo,
aunque para ello se deba modificar la Carta Magna.
Víctor
Hugo Quimí, experto agrícola, aprueba que se permita la importación y uso de
transgénicos, pues los avances de la ciencia han permitido que la mayoría de
estos alimentos se vuelva inocuo. “A nivel mundial, con el ánimo de lograr
buenos rendimientos, los productores de soya han logrado cultivar semillas que,
por ejemplo, son tolerantes al glifosato (herbicida)”, señaló.
La
prohibición, añadió el experto, ha impedido que Ecuador entre en esa corriente
de consumo e investigación, aún cuando por el déficit productivo los
agricultores hayan tenido que importar soya y maíz duro, bajo esas
características. “Por un lado limitamos el desarrollo científico, pero por otro
lado hemos aceptado que nos vendan soya de ese tipo”, dijo.
Desde
el campo de la investigación se toma la noticia con cautela. Ricardo Guamán,
responsable del Programa de Oleaginosas del Instituto Nacional de Investigación
Agropecuarias (Iniap), señala que si bien una posible reforma constitucional
podría permitir al país desarrollar semillas modificadas para mejorar ciertos
cultivos, advierte que, por motivos climáticos, no todo transgénico podrá
generarse en el país, ni tampoco todos serán “milagrosos”.
Aclara
que los transgénicos tienen beneficios limitados, de acuerdo con el gen que se
les ha introducido. En el caso de la soya solo será tolerante al glifosato,
pero seguirá siendo susceptible a la roya (plaga), a los cambios climáticos o
al mal manejo del cultivo. Igual sucederá en plantíos como el maíz, el arroz,
el girasol o el algodón, dice el especialista.
En
países como Brasil, donde se cultiva un 80% de soya transgénica, incluso se han
visto efectos negativos. “Decían que ese gen extraño ha provocado una
desventaja de producción del 5%, con relación a la semilla tradicional”,
explica.
En
el sector agrícola existe incredulidad. Se duda que la permisividad del uso de
alimentos modificados pueda beneficiar al agricultor. Todo lo contrario, dicen,
esto beneficiará a las grandes empresas transnacionales que acaparan el mercado
de semillas.
César
Herrera, presidente de la Federación Nacional de Maiceros (Fenamaíz), indica
que “comercialmente hablando”, introducir maíz modificado no es ningún negocio.
“Lo que pedimos es que se trabaje en la generación de semillas buenas para
poder producir bien”, señala.
Su
criterio es compartido por Guamán. Él detalla que los problemas de baja
productividad podrán solucionarse con insumos de calidad “que no le piden
ningún favor a los transgénicos”.
En
Ecuador, el consumo de semillas en general cada vez es mayor. Las estadísticas
del Banco Central del Ecuador (BCE) refieren que en el 2011 el país compró 22
millones de dólares, frente a los 13,2 millones que se registraron en el 2007,
un crecimiento del 65 por ciento. Las cifras incluyen las compras de
transgénicas.
Los
envíos se dieron desde Estados Unidos, Brasil y Holanda. Para Quimí, el Ecuador
no se puede abstraer de los adelantos científicos que, a nivel internacional,
se dan en materia agrícola.
Él
aplaude la iniciativa del Gobierno de abrir la posibilidad de investigar. “No
podemos quedarnos del tren de la ciencia que avanza en otros países. Esa es la
corriente”.
Fuente:
Expreso | El Productor
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